Por Carlos Cruz Capote
No por esperada la noticia dejó de impactar: Josep Guardiola dejaba el Barcelona, equipo de sus amores. Aunque se rumoraba desde hacía meses que no renovaría su contrato como DT, debido a las grandes presiones y desgaste excesivo, nada claro y de peso confirmaban las conjeturas. Pero vino la debacle en el Camp Nou. Primero ante el Real Madrid (1-2), en un esperado y publicitado derbi de Liga, y dos días después un empate (2-2) ante el Chelsea que dejaba a los catalanes fuera de la final en la Champions League. Suficientes razones y aderezos para que el técnico decidiera su partida.
Resultó un giro muy brusco en el destino de un club que lo ganó todo y que todavía encabeza la clasificación mundial. Pep, con entereza e hidalguía asumió la responsabilidad de los fracasos y cedió el timón a su hasta entonces auxiliar, Tito Vilanova. Por supuesto, en minutos, se convirtió en titular de los medios de prensa y tanto especialistas, entrenadores como jugadores expresaron las más diversos criterios, casi siempre elogiosos para el director técnico más victorioso de la historia en sólo 4 años.
El natural de Santpedor conquistó 13 títulos de 18 posibles desde que se sentó en el banquillo del Barcelona en la temporada 2008-2009, debut por todo lo alto con los trofeos de la Liga Brava (BBVA), la Copa del Rey y la Champions, adornados por tres coronas más, aunque pertenecientes a la temporada 2009-10: las Supercopas de Europa y España y el Mundial de clubes en Abu Dabi.
La segunda temporada también fue de claro dominio azulgrana y por consiguiente el Barça mantuvo su dominio sobre la cancha, con ese estilo elegante, técnico y lleno de virtuosismo y llevó otro premio a sus vitrinas: la Liga (BBVA), sin embargo cayó en las semifinales de la Copa de Europa ante el Inter de Milán, dirigido por el furibundo José Mourinho.
En la nueva etapa 2010-11 las cosas le salieron mucho mejor y el plantel culé sumó el doblete, con la Liga y la Liga de Campeones, que tuvieron como colofón, en el inicio de la temporada 2011-2012, los trofeos en la Súper Copa de España (frente al Real Madrid), la Súper Copa del Viejo Continente (contra el Oporto) y un segundo título en el Mundial de Clubes en Tokio, Japón. Demasiado rigor competitivo para un solo corazón.
Ahora, el próximo viernes 25 de mayo, si el Barça vence al siempre difícil Atlethic de Bilbao en la final de la Copa del Rey, sería un éxito más para Pep, un verdadero revolucionario del futbol moderno, que demostró la congruencia entre lo útil, lo práctico y lo bello. Hombre lleno de sanas ambiciones que supo reconocer en la Masía la base para prolongar el dominio azulgrana, con su sistema de juego del tiqui-taca.
Los fans le dicen adiós con el sabor amargo de la despedida y la incertidumbre del ¿qué pasará ahora? El mundo del futbol, agradecido por sus lecciones de humildad, inteligencia y sabia dirección, se descubre ante Josep Guardiola y le desea buena suerte.
Visca Pep, Visca el espectáculo.